martes, 21 de abril de 2015

Gato en la ventana

Desde mi ventana, veo la otra ventana. La que está en frente de la mía. En ella hay una mujer que se sienta delante de una mesa y escribe, supongo... No estoy segura porque siempre está de espaldas. Se pasa todo el tiempo ahí sentada, haciendo lo que sea que esté haciendo y no se cansa.
La señora tiene un gato, blanco y marrón claro, como anaranjado... El felino se pone en la ventana y me observa. Nos observamos mutuamente.
Yo pienso en todo tipo de cosas.
Él... no sé lo que piensa él. Humanos..., creo. No sé. Ni siquiera soy un gato.
El gato se pone en la ventana, he dicho; y el dichoso no tiene miedo de caerse. Será porque sabe que posee siete vidas o que sabe que sea cual sea la altura a la que un animal de su especie se precipite al vacío siempre aterrizará bien. ¿Sabéis por qué los gatos siempre caen "bien"? Por la cola. Córtale (no lo hagas) la cola a un gato y perderá toda su agilidad, flexibilidad y majestuosidad.
La cola lo es todo, sin ella no son nada.
Y yo siento que he perdido mi cola. Pero vuelve a crecer... me han dicho. Por eso lo observo. Por eso estoy allí cada vez que se asoma a la calle a admirar o a menospreciar (de nuevo: no sé qué es lo que pasa por la cabeza de un gato) a los humanos que hacen sus vidas a siete pisos de distancia.

1 comentario:

  1. Esperemos que te crezca pronto el nuevo "rabo", más fuerte y bonito que nunca.Haz fuerza que sale.

    ResponderEliminar

Este blog se nutre a base de vuestras visitas y comentarios, no dejéis que muera de hambre...