viernes, 26 de junio de 2015

La canción secreta del mundo

"Se mire como se mire, todo empieza con una matanza".  
                                                                                                              Hilary Mantel. 

La canción secreta del mundo es la última novela del gran José Antonio Cotrina, con su narrativa imposible y manera de tejer hasta la magia más oscura y poderosa consigue lo que ya consiguió hace tiempo con La cosecha de Samhein y hermanos: atraparte en la telaraña del mundo oculto. Y esta vez nos lo muestra como nunca, todo sombras y pasajes arruinados en medio de ningún sitio. Con unos personajes tan desarrollados, complejos y extremadamente verídicos que a uno no le extrañaría encontrarse con Ariadna un día de estos y es que hasta los personajes secundarios son algo más que esenciales en la trama.
Ariadna es una joven de 18 añitos que lleva conviviendo con amnesia cuatro años de su existencia. Vive con una familia normal (que nada tiene de normal) y tiene un novio que cada día le construye un pasado de cuento de hadas que no se aleja mucho del suyo propio. Y no cuento más porque esta es una de esas novelas que necesitan de la total ignorancia del lector ya que, si no, se revelaría mucho... Una cosa es clara y es cómo se recrea Cotrina con el <<nada es lo que parece>>.
J.A. Cotrina le encanta jugar con sus lectores y en el momento más inesperado te encuentras desconcertado, sorprendido y flipado.
Y si lo dicho anteriormente no te ha convencido, es justo añadir el talento de Cotrina a la hora de utilizar el lenguaje. Su forma de describir las escenas y los términos que usa son exquisitos e inspiran magia pura y dura.
¿Y si estuvieras buscando historias de amor? Olvídate de las tramas pegajosas de la literatura juvenil porque lo que teje este autor es puro amor traicionero e inocente.
Una novela diez, así como el escritor. Esperemos que este genio no deje de escribir nunca porque los amantes de la Umbría no sabríamos qué hacer sin él.
Simplemente espectacular.

viernes, 19 de junio de 2015

Bloqueo del escritor

Justo ahora, cuando me dispongo a escribir sobre esto, me ha ocurrido. Lo cual es normal, ¿no? Porque cuando una persona coge una hoja en blanco o abre el Word, le cuesta empezar, no sabe cómo hacerlo... y ¿lo primero que le viene a la mente a esa persona? Piensa: <<Maldita inspiración, ¿dónde te metes cuando te necesito?>>. Cosa que puede ser cierta. La inspiración es un factor a tener en cuenta a la hora de escribir (ya sean historias, poemas o música), sin embargo no es tan importante como nos creemos que es. El triunfo de la mente sobre la materia. Uno puede escribir sin inspiración, claro que sí, porque la fuerza a aparecer, y para ello hay varios métodos: escuchar música, bajar al río o a la playa, desconectar y volver pasados los cinco minutos o diez o media hora, etcétera.

En realidad, el no saber cómo empezar un relato is not a big deal, porque puedes solucionarlo. Lo que sí es jodidamente asqueroso es lo que se denomina el bloqueo del escritor. Te puede pillar al empezar tu historia, en el medio, o al final. No creo que deba explicar con tecnicismos lo que es, se entiende... lo que quiero describir es la sensación. El sentirse inútil, incapaz, insuficiente, improductivo, consumido. Es una emoción catastróficamente negativa, un tornado de fuego negro que te golpea con cada segundo que pasa delante de la hoja en blanco. Inseguro y deshecho, ese blanco te deja sin fuerzas y te sumerges en el negro. En la calidez del negro... en resumen, puedes llegar a deprimirte. Te estresas y después te bloqueas.

Supongamos ahora que te ha pillado al empezar un proyecto; lo dejas y lo intentas, lo dejas y lo intentas, lo dejas y luego lo vuelves a intentar y nada, sin resultados... te deprimes y sigues dándole que te pego. ¿Qué puedo hacer? Nada, no hagas nada. No pienses siquiera. Vete lejos, muy lejos... sin abandonar. Olvídalo, a medias. Haz cualquier otra cosa, cualquier cosa. Puedes estar así una semana, un mes o un año. ¿Y mientras? Practica. Escribe algo basado en tu libro, película o serie favorita, crea o copia, escribe, eso es lo importante: no dejar de escribir. Y cuando ese proyecto de antes te llame, responde.

No soy una profesional, solo hay que ver que nunca he terminado nada que haya empezado. Es solo que... esta entrada... es como si fuera un auto-estímulo —bueno, de todos modos, los escritores se escriben, no escriben para los demás... Los demás deberían considerarse privilegiados porque el escritor ha decido compartir con ellos lo que es suyo, su intimidad—, como si mi subconsciente quisiera darme ánimos por seguir adelante con lo que más me gusta (entre mogollón de cosas más). Y si esto significa algo para alguien más como lo hace para mí, no importa si fuera un escritor, un artista o un matemático..., pues me haría realmente feliz y orgullosa de mi persona. ¿Porque y si mi trabajo no fuera escribir grandes historias, sino ayudar a los demás a llegar a la cima? Haré todo lo que pueda con lo que se me ha concedido.

lunes, 15 de junio de 2015

Luces en la oscuridad

De pequeña solía ver cosas que nadie podía ver. En realidad solo era una.
Solía pasar a altas horas de la noche, cuando se acercaba el momento en el que el sol se asomaba de entre las montañas.
Solía pasar en verano, durante esas largas noches de calor e insomnio.
Todos los veranos íbamos a la granja del abuelo. Mi abuelo no tenía televisión, solo una radio estropeada por lo que pasábamos el día en el campo, jugando entre la vegetación.
A mí, especialmente, me gustaba recoger ramos de flores cuyas nombre desconocía y regalárselos al abuelo como una especie de soborno a cambio de escuchar una de sus historias después de la cena. Y así sucedía; mientras comía sandía escuchaba entusiasmada las historias que contaba el abuelo. La mayoría hacían referencia a sus días en el ejército, esas me gustaban. Pero había otras totalmente distintas, como las aventuras de Alí Babá y Aladín... esas me fascinaban.
Como en aquel entonces no sabía leer ni escribir, me hacía con una hoja en blanco y un bolígrafo y fingía que sí sabía. Dibujaba garabatos incomprensibles a modo de palabras mientras el abuelo nos relataba esos cuentos. Y seguía haciéndolo a la luz de la Luna cuando todos dormían.
Por esa razón me mantenía despierta hasta el alba, imaginando historias y dibujándolas. Y durante esos momentos de paz ocurrió.
Los invocaba cuando mantenía mi mirada fija en la nada y al poco tiempo aparecían. La primera vez me asusté. ¿Qué eran esos puntitos de luz brillantes? ¿Acaso eran insectos?
Alguna vez me explicó mi hermana que existe cierta clase de insectos que producen luz propia. Luciérnagas se llaman, pero yo desconocía el nombre en aquel entonces.
Esos diminutos puntitos de luz parecían inofensivos, sin embargo. Se desplazaban de aquí para allá mediante trayectorias curvilíneas. Era como si estuvieran bailando.
Pronto me olvidé de las historias y los garabatos y soñaba despierta esperando a esos seres brillantes con los que me divertía muchísimo.
A causa de pasar las noches sin dormir, al día siguiente me costaba trabajo despertarme, por ello mi madre me gritaba y obligaba a dormir a la hora que debía. 
Un día le conté a mi hermana mayor sobre los seres brillantes, le pregunté si también los había visto alguna vez. Sin embargo, me miró extrañada y se lo acabó diciendo a toda la familia que se río de mí y me llamaron lunática y loca, entre otras cosas...
Ahora lejos del campo y de las estrellas sigo fiel a mis noches de insomnio. Esta vez ya no dibujo garabatos incomprensibles, sino que escribo historias reales y ficticias. Leo sobre otras y amplio mi imaginación con estas prácticas. Y me sienta bien.
Pero hay veces en las que me quedo mirando el vacío, esperando reencontrarme con ellos. Creo que por temor a ser llamada lunática y loca por el resto de mi vida dejé de creer en aquellos seres brillantes y ellos, a su vez, dejaron de creer en mí. Mas después de tantos años, ya no me importa, solo quiero volverlos a ver.
No obstante, ya es demasiado tarde.
Ya nunca aparecen.

martes, 9 de junio de 2015

Huída

Imagina un lugar, dijo la Voz. Y cerró los ojos. Al principio, nada, oscuridad. De repente, colores, formas. En realidad no veía nada, no captaba nada. Luego, una brisa. Aire caliente, fresco, agobiante... no supo cómo era. Se imaginó en lo alto de un acantilado. El cielo gris, el mar negro.
Se formaron ondas en la superficie del agua. Esperó y esperó, pensaba que saldría algún monstruo, pero no. Las ondas siguieron creciendo y decreciendo, cada vez más deprisa.
Frunció el ceño y las ondas dieron lugar a olas, que salían de ningún sitio. Olas gigantes, sin embargo no lograron llegar a ella. Se dio cuenta de que las olas querían llegar a ella, cada vez alcanzaban un punto más alto, no obstante nunca conseguirían su propósito. Se miró y descubrió a sus manos formar un puño. Los nudos blancos; los dedos, agarrotados. Sonrió ferozmente. Ahora lo entendía. Ese era su mundo.
Ella podía controlarlo...
Espera, volvió a hablar la Voz. No sabía de dónde procedía, quizá de su cabeza, quizá del mar, quizá de la Luna (aunque era de día, la Luna estaba allí, haciéndole frente al magnífico Sol Oscuro). Aún es demasiado pronto. Tú no lo puedes controlar, soy yo. Y la Voz sonrió, ávida de sangre.
Abrió los ojos. Se encontraba en su habitación. Corrió la mirada por ella. Todo en su sitio. La ventana, cerrada y el Sol asomando por ella. Era verano, por la tarde, sin embargo ella sintió frío.
Estaba temblando.

¡Detén el tiempo!

Copyright @amylshariel (Instagram)

—¿Qué me dices el tiempo? ¿Cómo lo puedo detener?
Pregunto, desesperado y con el corazón encogido.
—Que no te engañen, es de lo más fácil...
—¡Dímelo, por favor!— Le corto, levantándome de pronto y  dando un golpe a la mesa que la taza del café a punto estuvo  de volcarse.
Nos miramos a los ojos; los míos ardiendo, los suyos vacíos.
—Existen dos formas: bien muriendo con el corazón contento  o bien viviendo un suplicio desgarrador...
>>Pero mientras lo piensas, él sigue su rumbo. Como debe  ser.

lunes, 1 de junio de 2015

La realidad de Phoen

¿Dónde quedan los sueños una vez soñados?
¿Dónde queda lo soñado una vez despiertos?
¿Quién nos garantiza que soñamos cuando nos dormimos?
¿Quién nos garantiza que despertamos cuando no lo hacemos?

Para Phoen todos los días son iguales. Se despierta al alba, ayuda a su tío Sebas quien apenas habla con ella, solo la escucha cuando le relata sus sueños y sus fantasías tan vívidas. Los dos limpian y mantienen el cementerio. Ella no recuerda haber pisado la tierra fuera de los muros. Se pasa las horas hablando con los muertos abandonados por sus seres queridos y regando las flores. Para ella no existe el mundo exterior. Solo ha hablado con una sola persona... viva... y es Sebas. Tampoco se le permite hablar con los visitantes de los difuntos, muy pocos en realidad. Para una persona corriente vivir de esta manera sería un suplicio, para Phoen es totalmente normal pues no conoce otra forma de vida.
Al medio día come junto con su tío, recoge y lava los platos y a continuación estudia toda la tarde. Pero no le interesan los libros. Vive ansiando la llegada de la noche.
Cada noche sale a patrullar por el camposanto. Y como es habitual, Phoen se ve expuesta a alguna experiencia extraordinaria junto con su espada de cristal Brisingr. Y cuando se lo cuenta a Sebas, él no responde.
Vuelven ambos a la casita que hay en el mismísimo centro del cementerio, cenan y duermen hasta el alba.
Esto es lo que hace Phoen todos los días de su existencia, aunque hay algo... o más bien alguien... que no consigue recordar.