martes, 9 de agosto de 2016

Paraguas amarillo

Acabo de borrar un intento de poesía. Se suponía que trataba sobre un paraguas amarillo, lo que significa para mí, lo que significa para sus creadores, lo que significaría para vosotros pero... no lo conseguí. Puede que llamarlo "intento de poesía" no le hace justifica, ni siquiera es eso; palabras escritas sin ton ni son, una delante y encima de la otra desobedeciendo completamente todas las reglas métricas existentes, desprovistas de vida, de emoción o pasión. Desprovistas de sentimientos. Muertas y ordenadas como esqueletos de arcilla.

Tampoco soy fan de la poesía. La disfruto y la comparto pues es bella pero lo mío es la prosa. Y aun así... me siento atraída por ella. Cuando creé esta entrada, que pocos minutos después la eché al baúl de los borradores, la poesía parecía ser mi centro de gravedad y no podía dejar de orbitar alrededor de ella. Ojo, eso no quiere decir que me pasaba todo el día leyendo poesía. Soy una pésima lectora de poesía. A veces no entiendo cómo puede la poesía conmover a tanta gente... ¿cómo no os podéis fijar más en la prosa? Mi querida prosa, que últimamente la estoy dejando de lado.

En mi mente, poesía y prosa son dos protagonistas de una misma historia. La poesía hace el papel del personaje frío, distante y arrogante aunque lleno de amor por dentro y es capaz de dar su vida por mí. La prosa es el personaje amigo, a quien recurro siempre que la poesía me rompe el corazón; él me consuela, me aconseja, me perdona tantas veces sean necesarias aunque eso suponga la destrucción de su enorme y cálido corazón.

En mi inmensa imaginación, poesía y prosa parecen formar parte— una muy importante parte— de mi vida. Sin embargo, no las incluyo. Las excluyo. Y por ello y de alguna manera, con paraguas amarillo esperaba representar, simbolizar, toda esta confusión pero la poesía me ha roto el corazón y ahora es el turno de la prosa de sanarlo, a costa del suyo propio.

jueves, 14 de julio de 2016

El buscador

Hoy os traigo un día más un cuento del psicodramaturgo Jorge Bucay, autor de varias obras y relatos cortos cuya finalidad es animarnos a reflexionar sobre los distintos aspectos de la vida o, como en este cuento, sobre los pequeños instantes de felicidad que se nos escapan por varias razones o por tener un mal enfoque. 
Sin más, os invito a leer y sobre todo a disfrutar leyendo...



Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador.

Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.

Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió.

Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención.

Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada.

Una portezuela de bronce lo invita a entrar. De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción…

Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida.

Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía: Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.

El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.

Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años… Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

—No, ningún familiar—dijo el buscador. — ¿Qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente? ¿Qué los ha obligado a construir un cementerio de chicos?

El anciano se sonrió y dijo:

—Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado y a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo. Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media? Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso. ¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana? ¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? ¿Y el casamiento de los amigos? ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones? ¿Horas?, ¿días?

>>Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos cada momento.

>>Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

Fuente: Cuentos para Pensar de Jorge Bucay.

lunes, 11 de julio de 2016

El primer paso

Anteayer, bromeando por Twitter, se me ocurrió esta idea de empezar una rutina de deporte basada en la de Beyoncé a raíz de una entrevista/documental donde la cantante explica cómo se mantiene en forma. Ya desde antes, tenía la intención y las ganas de hacer algo con mi vida deportiva cuya ausencia protagoniza mi existencia.

Yo sabía que quería empezar con algo suave, que me haga sudar y que no me canse tanto, así pues busqué en Youtube y encontré un buen material cardio para principiantes. El vídeo solo duraba 10 minutos y logré seguir todos los movimientos sin dificultad alguna. Hasta aquí todo perfecto. Pero yo sentía que no me había esforzado tanto, así que me puse otro cuya duración excedía los veinte minutos. También se trataba de ejercicios simples ideales para principiantes. Conseguí seguirlos sin ningún problema. El verdadero problema vino al día siguiente cuando al despertar no podía moverme. Debido a que dichos ejercicios consistían, en su mayoría, en hacer sentadillas, me resultaba muy dificultoso levantarme, sentarme y hasta caminar normalmente. Aunque, claramente, todo esto es totalmente normal sabiendo que hacía una eternidad que no muevo ni un dedo. Nunca fui de esas personas que les apasiona el deporte. Como mucho, me gusta bailar y bailar es hacer deporte, ¿no? En fin, desde secundaría no me había puesto un chándal ni había decidido salir a correr un rato. Me gusta mucho dar paseos en la bicicleta pero eso es todo.
Sin embargo, este año he decidido cambiar todo eso. Desde el momento en el que me cansé a los pocos minutos jugando al fútbol con mis sobrinos (lo cual resulta extremadamente humillante) y con miedo a desarrollar algún tipo de insuficiencia cardíaca a muy temprana edad, tomé la decisión de hacer deporte.

Mi idea es empezar realmente muy suave, realizando ejercicios cardio en casa diariamente, saliendo a correr y dar largos paseos en bicicleta de vez en cuando. Eso sí bebiendo mucha, muchísima agua para mantenerme hidratada y cuidar un poquito, muy poquito (pues amo comer con todo mi alma) mi alimentación y de esta forma espero conseguir un cuerpo más saludable. Y quizás… algún día pueda hacer todo lo que Beyoncé es capaz de hacer en cuanto a ejercicio se refiere.

He de admitir que no soy ninguna experta y que tampoco he realizado ningún tipo de búsqueda de cómo debería empezar a hacer deporte. Lo intenté una vez pero me aburría rápidamente leyendo esos artículos. Como he dicho, me he convertido en una persona muy vaga en cuanto al deporte y solo me hace falta correr un minuto como para sentirme realmente cansada y que ya no pueda más y esos artículos, aunque estén dirigidos a principiantes, me parecen muy duros. Por ello, estoy empezando MUY SUAVE. Quisiera compartir con vosotros todos los avances que vaya logrando para llegar al objetivo propuesto. Agradecería vuestros comentarios y/o consejos.

Si queréis saber por qué estoy escribiendo esto, la razón es simple: siempre he intentado no involucrar mi vida personal con el blog, me he inventado un seudónimo y procuro escribir con objetividad, cuanto más mejor. Por otra parte, siempre resulta que fracaso en este intento llegando a publicar un trozo mis pensamientos más profundos más de una vez, que acabé borrando debido a la vergüenza. Así pues, me parece una excelente idea esta nueva sección del blog. Es una buena manera de seguir escribiendo en el blog— el cual lo tengo bastante abandonado estos días— y a su vez, compartir con todos vosotros más que literatura y ficción, sino preocupaciones del día a día, objetivos y retos.

Todavía estoy pensando en un nombre para esta sección. Se me ocurrió Mi Querido Diario, ¡Muévete!, The Little things Project o Cajón Desastre. Opto, de momento, por esta última mientras delibero cuál es la mejor opción. Decidme cuál preferís…


Gracias por leerme. Shariel siempre está a vuestra disposición.



domingo, 22 de mayo de 2016

I need a break

Cuando estás llegando a la meta, miras atrás, y piensas:
"Todo el esfuerzo, todo el sacrificio, todas las penurias y lágrimas que derramé. Todo el dolor que tuve que soportar y que a veces me superaba él a mí. Todas las películas que me monté. Todos los miedos que me paralizaron, toda la ansiedad que me impidió centrar la vista en un punto (solo un punto, fijo, inmutable)... Todo el sudor, los desmayos, las mentiras que me decía y todas las verdades que sabía— y que sé.
Todo eso y más. Más cosas que no puedo expresar con palabras, porque los conceptos son sólo metáforas.
Sí, todo...
... me gustaría confirmar que la meta merece todo eso".
Pero en realidad lo único que necesitas es sentarte, respirar hondo, fijar tu siguiente objetivo y que el ciclo vuelva a comenzar, ahora, que todo ha cambiado.

domingo, 10 de abril de 2016

#CarpeDiem

La muerte es una mierda. 
Con perdón o sin él. Es una mierda. Y no tengo más palabras para definirla. No me pondría ahora mismo a filosofar sobre el significado de la vida ni sobre la muerte en sí. Solo diré eso. Porque es lo que es: una mierda.
¿Argumentos? ¿Justificación? ¿Eso es lo que queréis?
La muerte es una mierda porque te obliga a vivir con miedo. Aunque a veces pareces olvidarlo, ¡no!, el miedo sigue allí: se esconde tras todos tus problemas terrenales y tras todos esos momentos de felicidad, lucha, sudor y placer. El miedo acaba precipitando en lo más hondo de tu subconsciente, esperando el momento oportuno, el vacío existencial adecuado por el que asomarse.
La muerte es una mierda porque te hace pensar en la vida y no en vivir la vida, simplemente. Te hace reflexionar sobre cada paso que das e imaginar las consecuencias. Te hace vacilar. Te obliga a pensar en ella porque... ¿y si me muero mañana? ¿Cómo sabré cómo acabará Juego de Tronos? ¿Y si me leo los libros...? Pero ¡uffff!, dicen que es un auténtico rollo, muchas descripciones, mucho esfuerzo mental... nah, me espero y  lo que es mejor: veo la serie que por cierto, ¿y si me muero en este mismo instante?
La muerte es una mierda porque cuando encuentras el equilibrio vida-muerte (#CarpeDiem y apuntarte al voluntariado de la Cruz Roja por si de verdad existe un superdios allá arriba... no sé, por las moscas... hay que ayudar al prójimo, porque soy humano, oye...) te hace la peor jugada: te da esperanza, ilusión, sueños, planes de futuro. Pero tú todavía no sabes cuándo es/será tu hora pero aún así: ¡optimismo, síiiiii! pero.
Pero la muerte es una mierda y no quiero alargar este post— no porque crea que la idea se os ha quedado lo suficientemente clara, sino que estoy harta de pensar... voy a seguir viendo la serie en la que estaba inmersa.



PD: #CarpeDiem y ¡ah, sí! En unas semanas me llamarán para el voluntariado, inchallah(*)

(*)N.T. Si Dios quiere.

sábado, 2 de abril de 2016

Concepto de Belleza

El concepto de belleza es muy relativo y lo hay de muchos tipos.
Está la belleza vulgarmente conocida como "guapura" de una persona, la belleza intelectual, la belleza de las curvas del cuerpo humano y animal, belleza de las curvas de la naturaleza, belleza en el sonido como lo es el de la música o el del arroyo del río o el de las olas de mar al chocar contra una roca o la orilla. Está la belleza en los movimientos de ciertos bailes y deportes y en los de un animal al correr o volar.
Luego está la belleza del aire con la cortina de mi ventana. El ir y venir de la tela, como si estuvieran bailando. Va y viene. Va y viene. Lentamente. ¿Por qué no puedo apartar la mirada? Va y viene. ¿Acaso estoy hipnotizada? Va y viene. 

¿Qué tipo de magia es esta?

sábado, 26 de marzo de 2016

Time waits for no one

Notaba como el tiempo se escurría de entre mis dedos, rotos, destrozados. Y no podía hacer nada para evitarlo, tal vez observar... se dice que observando se aprende, ¿pero cuándo pasaré a la acción? Estuve toda mi vida, toda mi existencia observando, esperando el momento oportuno, mas éste nunca llegó. Ni siquiera se acercó. Intenté formar un puño con mi mano derecha, mientras la izquierda seguía inmóvil. Me dijeron que las cosas se hacen poco a poco, así se obtienen los buenos resultados. Sí, ¿lo adivinas? No veía resultado alguno.
El tiempo seguía escapando, mientras mis incapaces manos y brazos y piernas y pies, incluso dedos, intentaban atraparlo. Lo notaba sólido, también frágil.
Time waits for no one.
Tal vez era verdad. Una verdad tan evidente que dolía. Duele. Me lastima y yo mientras me reía... qué va, pensaba, si yo soy inmortal, invencible, imparable, nadie puede conmigo. Pero siempre está la puñetera excepción: la que confirma la regla. Yo podía conmigo. Soy la enemiga que buscaba en los rostros que veía por la calle. Siempre estaba a la defensiva, menos cuando estaba conmigo misma, quién iba  a decir que me traicionaría a mí misma. El tiempo corre y siento que ya me están derrotando. ¿Más? Más todavía.
Lo notaba sólido en mis manos, el tiempo estaba parado justo encima de ellas, sin embargo corría. Mis dedos tiesos, corrían persiguiéndolo:
—Jajajjaj Xd—
Time waits for no one.
—¡Pero qué gracioso...!
>>Espera, ¿qué hora es? Oh, no, mieeeercoles. Media hora... no me lo puedo creer: ¡el tiempo vuela!—

jueves, 10 de marzo de 2016

Y por eso rompimos

“Las intuiciones se tienen o no se tienen”.


Min cortó con Ed, el chico más popular del instituto, por lo que decide escribirle una carta enumerando los distintos objetos que le regaló o que tuvieron que ver con él: desde las entradas de la primera película que vieron juntos hasta los pétalos de rosa de un ramo que no era para ella.
Hasta aquí todo muy interesante. He de admitir que la idea es original y atrayente. Handler nos presenta una historia de amor adolescente típicamente americana de una manera nueva e intrigante, porque cada objeto, cada recuerdo encierra una razón por la cual su relación no funcionó... Pero, siempre hay un pero.
Min es una fanática de las películas y sueña con ser directora... y a la hora de contar su historia lo hace introduciendo pequeñas escenas de películas, que me gustó bastante. No obstante, a veces resulta muy empalagoso y pesado. A veces me costaba mucho terminar un capítulo, o incluso me saltaba páginas que no aportaban nada a la trama. Eso es lo que más me disgustó de esta novela.
Aparte de querer saber la razón por la cual rompieron no encontré ningún otro estímulo para querer devorar el libro en un día. En la mayoría del tiempo fue muy aburrido y predecible.


martes, 8 de marzo de 2016

ø

Cierro los ojos, esperando percibir la oscuridad que hay en mí... donde la luz se halla escondida entre docenas de capas de cuerpos flotando a la deriva, siguiendo un único camino, desembocado en un mar de fuego.

Caliente, caliente, caliente.

Siento cómo las llamas consumen mi corazón. Las lágrimas han perdido su efecto lubricante. El llanto se ha convertido en un grito insonoro, cargado de vacío. Las burbujas de roca hirviendo explotan e impregnan mi piel, derritiéndola, desnudándome al completo.

Caliente, caliente, caliente.

Pero yo estoy congelada. Y sedienta. El agua recorre mi garganta, su sabor inexistente deja mucho que desear.

Caliente, caliente, caliente.

Cierro los ojos. No. Los tengo cerrados. No los puedo cerrar. No los puedo abrir. Son los ojos del alma quienes pretendo cerrar. No. Esos ojos no existen, no me dejaré engañar. No me dejaré engañar. No me dejaré engañar.

Caliente, caliente, caliente.

La brisa sigue soplando, viene de lugares exóticos, donde personas como yo lo lograron. ¿Lograron el qué? Lo lograron. Confusión, pesar, desesperación, olvido, deseo, esperanza, guerra, angustia, soledad, justicia e injusticia, amor... Son las palabras que me comunican las voces de aquellos que lo lograron. ¿Lograron el qué?

Caliente, caliente, caliente. Y frío.

No lo entiendo. Debería comprenderlo. ¿Verdad? Sé que debería, daría la vida por lograrlo. ¿Lograr el qué? Y lo que es más: ¿qué es vida? No lo entiendo. ¿Lo entiendes tú?

Caliente, caliente, caliente. No hay remedio.

No lo entiendes, lo sé. Lo percibo. Me lo dice la oscuridad que hay en ti... esa que no deja que la luz me encuentre. Esa que me obliga a seguir caminando sobre estos desgastados cuerpos, flotando a la deriva, desembocando en este mar de fuego. Y me derrito, yo me desnudo, mis huesos son muy brillantes, ¿lo sabías? Me lo imaginaba, son preciosos. No como los tuyos, carbonizados, tan oscuros que no dejan traspasar la luz que hay en mí.

Ah. Caliente, caliente, caliente. Y frío.

Sé que quieres visualizarme. No me reconoces, pero mi voz es como esa melodía que cantabas al nacer. Yo la compuse, sólo para ti. No me reconoces, por eso lo sigues intentando, sigues empujando ese enorme muro de piedra.

Suave, suave, suave como el algodón. Pero caliente.

Me he quedado sin fuerzas. ¿Acaso lo lograré? ¿Lograr el qué?