martes, 8 de marzo de 2016

ø

Cierro los ojos, esperando percibir la oscuridad que hay en mí... donde la luz se halla escondida entre docenas de capas de cuerpos flotando a la deriva, siguiendo un único camino, desembocado en un mar de fuego.

Caliente, caliente, caliente.

Siento cómo las llamas consumen mi corazón. Las lágrimas han perdido su efecto lubricante. El llanto se ha convertido en un grito insonoro, cargado de vacío. Las burbujas de roca hirviendo explotan e impregnan mi piel, derritiéndola, desnudándome al completo.

Caliente, caliente, caliente.

Pero yo estoy congelada. Y sedienta. El agua recorre mi garganta, su sabor inexistente deja mucho que desear.

Caliente, caliente, caliente.

Cierro los ojos. No. Los tengo cerrados. No los puedo cerrar. No los puedo abrir. Son los ojos del alma quienes pretendo cerrar. No. Esos ojos no existen, no me dejaré engañar. No me dejaré engañar. No me dejaré engañar.

Caliente, caliente, caliente.

La brisa sigue soplando, viene de lugares exóticos, donde personas como yo lo lograron. ¿Lograron el qué? Lo lograron. Confusión, pesar, desesperación, olvido, deseo, esperanza, guerra, angustia, soledad, justicia e injusticia, amor... Son las palabras que me comunican las voces de aquellos que lo lograron. ¿Lograron el qué?

Caliente, caliente, caliente. Y frío.

No lo entiendo. Debería comprenderlo. ¿Verdad? Sé que debería, daría la vida por lograrlo. ¿Lograr el qué? Y lo que es más: ¿qué es vida? No lo entiendo. ¿Lo entiendes tú?

Caliente, caliente, caliente. No hay remedio.

No lo entiendes, lo sé. Lo percibo. Me lo dice la oscuridad que hay en ti... esa que no deja que la luz me encuentre. Esa que me obliga a seguir caminando sobre estos desgastados cuerpos, flotando a la deriva, desembocando en este mar de fuego. Y me derrito, yo me desnudo, mis huesos son muy brillantes, ¿lo sabías? Me lo imaginaba, son preciosos. No como los tuyos, carbonizados, tan oscuros que no dejan traspasar la luz que hay en mí.

Ah. Caliente, caliente, caliente. Y frío.

Sé que quieres visualizarme. No me reconoces, pero mi voz es como esa melodía que cantabas al nacer. Yo la compuse, sólo para ti. No me reconoces, por eso lo sigues intentando, sigues empujando ese enorme muro de piedra.

Suave, suave, suave como el algodón. Pero caliente.

Me he quedado sin fuerzas. ¿Acaso lo lograré? ¿Lograr el qué?

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