martes, 18 de agosto de 2015

La muerte de fénix

Me he dado cuenta de que cuando me apetece recomendaros algo, siempre suele ser poesía y yo no me considero una poetisa ni mucho menos. Ni siquiera me atraen las antologías poéticas cuando voy a por droga literaria... No obstante, sí que escribo, de vez en cuando, pequeños fragmentos que se pueden etiquetar como tal—o no.
En fin, no nos enrollemos con minucias... La muerte de fénix de Mahmud Darwish, una leyenda de la poesía árabe contemporánea, es uno de esos poemas que una vez leídos, sabes que van a ser muy importantes para ti, ya sea personalmente o literariamente. Así que, ya desde hace tiempo, venía pensando la posibilidad de publicarlo en el blog y hasta hoy no se me ha presentado la ocasión.
También os informo que un fragmento suyo estará presente en la 'mini-serie' de Phoen. No os digo cuál es, acepto teorías...
Y sin más dilataciones, os dejo saborear esta preciosidad de poema:
En los himnos que cantamos
hay una flauta,
en la flauta que nos habita
un fuego
y en el fuego que encendemos
un Fénix verde.
En su elegía no he distinguido
mi ceniza de tu polvo.
 Una nube de lilas basta para ocultarnos la
jaima del pescador.
Camina, pues, sobre las aguas como el Señor.
Ella me ha dicho:
El recuerdo que llevo de ti no está
desierto
y ya no hay enemigos para las rosas que
surgen de los escombros de tu casa.

Un anillo de agua rodeaba la elevada
montaña
y el Tiberíades era el patio trasero del primer
Paraíso.
Le dije: la imagen del universo se ha completado
en unos ojos verdes.
Ella me respondió: Oh, mi príncipe y mi cautivo,
guarda mis vinos en tus jarras.
 Los dos extraños que se han consumido en
nosotros son
esos que hace un instante han intentado
matarnos,
los que volverán a sus espadas dentro de poco,
los que nos preguntan: ¿Quiénes sois?
- Dos sombras de lo que fuimos aquí,
dos nombres del trigo que crecen en el pan de
las batallas.
 No quiero regresar ahora, como
los Cruzados de mi casa. Soy
todo este silencio entre los dioses y los que
se inventaron un nombre.
Soy la sombra que camina sobre las aguas,
la escena y el testigo,
el adorador y el templo
en la tierra de mi asedio y del tuyo.
 Sé mi amado entre dos guerras
en el espejo -dijo ella-.No quiero regresar ahora a la
fortaleza de mi padre.
Llévame a tu viña y reúneme con
tu madre.
Perfúmame con agua de albahaca, espárceme
sobre la vasija de plata, péiname,
enciérrame en la cárcel de tu nombre, mátame
de amor. Cásate conmigo.
Despósame por los ritos agrarios,
adiéstrame en la flauta y quémame para que
nazca
como el Fénix, de mi fuego y del tuyo.
 Una forma semejaba al Fénix llorando
ensangrentado
antes de caer al agua
cerca de la jaima del pescador.
 ¿De qué sirve mi espera y la tuya?
    

sábado, 15 de agosto de 2015

La vida de un escritor...

... que ha fracasado antes siquiera de intentarlo.

Aquí me armo de valor en esta tarde-noche de viernes, con The Smiths como banda sonora, para invocar historias recónditas. Me encuentro sentado en un banco de mármol cualquiera, observando a la gente pasear.
Siempre he considerado que observando se obtiene más información que hablando y así es...
El cielo ya ha oscurecido hace bastante rato; no hay estrellas, solo lo que parece ser nubes que se tiñen de negro. Negros, también, son los ropajes de los viandantes. Como almas en pena, siguen sus caminos infinitos. La única iluminación que hay es la de las farolas, los negocios y los ruidos... son los ruidos de la vida nocturna en su génesis.
—¡Vamos, tío! ¡Mójate!
Grita un muchacho de apenas quince primaveras a su compañero, instándole a probar con su skater.
Yo, bolígrafo en mano, soy un espectador que anota todo lo que ven sus ojos y perciben sus sentidos. Me dedico a describir la escena de los muchachos pero enseguida me interrumpe una niñita con unos tirabuzones negros preciosos que absorben la luz noctívaga.
—¿Por qué estás haciendo los deberes de noche?
Sus inusuales ojos color amatista, me miran expectantes con la inocencia todavía conservada.
—No estoy haciendo los deberes...
—¿Y qué haces?— me vuelve a interrumpir moviendo su cabecita, lo cual provoca que sus rizitos se estiren como si de un muelle se trataran.
—Estoy escribiendo.
—¿Escribiendo qué?
Y eleva sus manitas en gesto de interrogación.
—Historias, soy un escritor...
... aficionado, pienso para mis adentros.
¡Qué chulii!— dice, aplaudiendo, probablemente sin saber realmente qué es un escritor.
No añade nada más, solo se queda donde está; esperando que yo siga escribiendo, supongo. Yo miro a nuestro alrededor, buscando a sus padres que sin duda estarán muy cerca o de pie en la plaza o sentados en alguna cafetería cercana; mas no logro encontrarlos.
—¿Y qué miras ahora?
—Estoy buscando a tus padres.
Le contesto todavía inmerso en la búsqueda, por lo que no le doy mucha importancia a lo que dice a continuación:
—No tengo padres. Me has llamado, así que he acudido a ti.
—¿Cómo te llamas? ¿Sabes cómo se llaman tus padres?— contesto yo, sin embargo.
Ella mantiene su mirada fija en mí y por un momento su insólito iris me provoca un escalofrío.
—Vamos a buscar a tus padres, anda...
Le digo, incorporándome y tendiéndole la mano. Ella, no obstante, me mira decepcionada y se va en la dirección contraria dando saltitos conforme sus bucles, asimismo, dan saltitos como si estuvieran vivos.
Regreso a mi asiento y me pongo manos a la obra con lo que tenía escrito; pero en el último momento levanto la mirada y veo cómo la chiquilla sin padres atravesa una pared para después desaparecer como si nunca hubiera existido.

martes, 4 de agosto de 2015

Besos en el espejo

Copyright @amylshariel (Instagram)

Separados del mundo,
se hallaban escondidos en un prado. 
Luchando.
Sufriendo.
Esperando su hora,
esperando la Muerte
que tardaba en llegar;
que se manifestaba en su interior.

Dejó caer la pluma. Gotas de tinta mancharon el suelo mojado. Su mano yacía a un lado, goteando un líquido rosado. Su cabellera, de normal dorada, ahora se teñía de negro y se le pegaba a la piel desnuda, decorada de heridas recién hechas. Sus labios carnosos perdían su color vivaz con el paso de los segundos. Entretanto, el agua de la bañera absorbía su calor corporal.
Se sintió volar. 
Y una luz blanca la engulló.
De sus muñecas, brazos, piernas y estómago, fluía la sangre roja.

En el espejo del baño, dejó un mensaje efímero como la vida misma.

viernes, 17 de julio de 2015

El llanto

...nís. 
Él está dormido profundamente. Sabe que está soñando.
Nísss... perrrrrta
Por dentro, se haya en paz; protegido en los mundos surrealistas del sueño.
'Nííííííís. Poorfavorrrrdsperta
Por fuera, su semblante está inquieto. Sus párpados tiemblan y se muerde los labios. Más tarde, delante del espejo, apreciará las heridas que causaron sus dientes.
¡¡¡¡ANÍS!!!!

Anís se incorpora tan rápido que durante unos instantes solo ve oscuridad. En sus oídos aun suena una voz. Más bien, un llanto. El llanto de un niño—no, niña— que lloraba. 
Abre y cierra los ojos para adaptarlos a la luz del día,que penetra tímidamente a través de la oscura cortina. Se levanta y recorre el poco espacio que lo separa de la ventana. La abre y contempla la ventana de enfrente; un gato, posado en el marco de ésta le devuelve la mirada y se la sostiene. Parece burlarse de él. Tras unos minutos desvía su mirada gatuna con un movimiento de cabeza altivo. Bosteza y se escabulle adentro, se aleja del chico humano a pasos lentos y perezosos. Se detiene y dirige la mirada hacia el hueco de luz intensa. Intuye que el humano sigue ahí. Se estira, mueve su cola y reanuda su caminar indiferente.
Anís se queda donde está un rato más. Siente unas ganas tremendas de volver al cementerio. Tiene curiosidad por averiguar qué era ese destello rojo que vio. Se intentó convencer de que solo se trataba de su imaginación, pero. Tiene que volver.
Enciende el grifo de la ducha, no espera a que se caliente el agua y se mete debajo del chorro de agua fría, muy fría. Sin embargo, Anís no siente nada, no piensa en nada, no escucha nada... a excepción de un llanto desconsolado de una niña que acababa de nacer.

domingo, 12 de julio de 2015

Mr Mercedes

Antes que nada, me gustaría aclarar que la finalidad última de este blog no es reseñar libros. 
Es más, ni siquiera sé redactar una reseña en condiciones. Por otra parte, según mi criterio, las reseñas suelen revelar mucho de la trama y para alguien como yo que no lee la sinopsis de la contraportada por miedo a perder el interés en la novela espero que entendáis que lo que reseñaré aquí será básicamente mi opinión acerca del libro en cuestión. 

Dicho esto; empecemos con la "reseña". Hoy os traigo una obra de Stephen King: Mr. Mercedes.

¿Quién es el cazador y quién  la presa?

Se suele decir que uno no debe juzgar un libro por su portada. No obstante, en este caso, a parte del nombre del autor, me ha atraído la imagen de la portada (por lo visto hay otra con un paraguas azul solitario sobre el cual cae una lluvia de sangre que, a su vez, tiene su encanto— todo el encanto que supone una obra de S.K.). 
En un principio, al ver los paraguas negros di por hecho que se trataba de un funeral y por tanto, tiene relación directa con la muerte de una o un colectivo de personas; ahora bien, ¿qué sentido tienen el paraguas azul y el semáforo en rojo? Asumí que el segundo está vinculado con un coche, oséase el Mercedes, obviamente; pero y ¿el primero...?
Ya cuando me sumergí en la lectura de este magnífico libro, lo entendí todo y me enamoré del paraguas azul hasta el punto de desear que existiera algo así en la vida real...
Por otra parte, nunca un libro, serie o película me hicieron sospechar tanto de las personas de mi alrededor. Honestamente, al salir de mi casa empecé a fijarme todavía más en la gente, sobretodo en los heladeros. Comencé a intentar ponerme en los zapatos de un asesino. Uno real, que arrebata vidas, no en el típico asesino de película que se cree superior a los demás... Y de eso se trata, ¿no? No basta con disfrutar, hay que pensar.
Creo que King ha hecho un trabajo espléndido mostrándonos cómo funciona la mente de un psicópata temerario sin un pasado oscuro.
La verdad, me resulta difícil reseñar a este monstruo de la literatura. Es como si un ratón intentara dar su opinión acerca de un enorme e intimidante león y que de los temblores no consigue emitir sonido alguno de ningún tipo.
En fin, decir que ha sido una lectura agradable es quedarse corto. Fue tan intensa que me creó un conflicto interno porque en un momento dado rechacé seguir leyendo incluso queriendo saber cómo se solucionarán las cosas, pues temía que no salieran bien.
Solo leyéndolo comprenderás por qué se le considera uno de los mejores escritores de nuestros tiempos.
Mr. Mercedes, altamente recomendable.

miércoles, 8 de julio de 2015

Anís

El tiempo retrocede unos cuantos días... 
Un joven hombre está leyendo un libro. Lee una cita que hace referencia a los cementerios. Cierra el libro, reflexiona e instantes después envía un mensaje... 
El tiempo sigue su curso hacia atrás... 
Se detiene de repente.
Habitación a oscuras. Las cortinas están corridas. El hombrecito, llamado Anís, pulsa un botón del lateral derecho de la cámara; ésta finaliza la grabación y se apaga. Decide dejar para después la edición. No se encuentra con ánimos. Se viste y sale.
Por el camino, compra un ramo de matalahúga, o lo que es lo mismo: anís, de la floristería. Eran las flores preferidas de su madre. Por eso le puso ese nombre que además, en árabe significa amigo íntimo. Su madre siempre le decía que, aparte de ser su hijo, era (es) su amigo. Su amigo especial. Anís cree que no existe una relación madre-hijo tan estrecha como la suya. Su padre los había abandonado hacía mucho y su madre no tenía más familia que él, ya que pasó toda su vida en el orfanato... hasta conocer a su padre.
Su madre tampoco tenía amigos, de hecho nunca los tuvo y no los necesitaba, le bastaba con él; le decía.
Sin darse cuenta, empezó a sudar por los ojos. Esta expresión le saca un pequeña sonrisa, casi imperceptible. Eso lo solía decir su madre y con mucha frecuencia, además. Que él recuerde, nunca la escuchó emplear el verbo llorar.
Mentira, se corrige. Sí lo dijo... antes de morir.

Llega  al cementerio y se planta delante de la tumba donde descansa eternamente su madre. Las lágrimas cesan. Le había prometido no llorar en su presencia y no piensa incumplir su palabra. Tampoco piensa en gran cosa. Solo está allí, delante de ella; manteniendo la mente en blanco, la mirada fija en el nombre de la única familia que tuvo y que jamás tendrá y en la nada, todo a la vez.
Vacía la jarra de flores— misteriosamente cuidadas, como siempre— y a continuación deposita el ramo de anís. Hace ademán de despedirse de su madre pero se le forma un nudo en la garganta. Desvía la mirada, asiente y vuelve de donde ha venido.

Antes de cruzar la puerta, detecta un movimiento tras el panteón de los Gautier, le ha parecido ver un destello rojo.

miércoles, 1 de julio de 2015

Vacío

<<Me gustaría saber>>, se dijo, <<qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado.  Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo... Algo debe pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia eterna. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles... y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo>>.
                                                                                   La historia interminable.

Me pregunto por qué sentimos ese vacío tras leer un buen libro (también aplicable a series, películas, animes, mangas, cómics, etc...). ¿Por qué?
¿Acaso sentimos cómo se exhala el último aliento de la vida que hemos creado en esos mundos? 
¿O acaso es debido a que cedemos parte de nuestro espíritu a ese mundo para que se mantenga vivo?
Porque ¿quién nos garantiza que los personajes seguirán haciendo lo que hemos leído que hacen al cerrar el libro...? Tal vez al leerlos les damos vida, que es parte de la nuestra y al principio no lo notamos porque estamos demasiado inmersos en lo que es la trama. Mas al pasar a la última página y leer FIN chocamos con la realidad y descubrimos el vacío de la vida que una vez nos perteneció.