lunes, 31 de agosto de 2015

Il calice dorato.

In un paesino, addentrato in una foresta, c'era un bambino speciale chiamato Dory.
Quando raggiunse l'età di 15 anni, scoprí una collana con un simbolo  di un calice e dentro c'era un biglietto dove c'era scritto:
Se una collana tu hai , un calice d'oro devi trovare e al sicuro lo devi portare .
Dopo aver letto il messaggio si cominciarono a sentire delle voci che dicevano:
Ti troveremo scappa ma ti prenderemo .
Il giorno dopo Dory cominciò a preparare le sue cose e partì.
Le voci cominciarono a tormentarlo, di là e di quà.
Ad un certo punto la collana cominció a muoversi e a spingere in una derezione all'altra. Dopo dieci minuti di viaggio, la collana si fermó davanti ad una roccia.
In mezzo alla roccia c'era un simbolo come quella della collana che Dory ha trovato. Dopo di che Dory cominció ad avvicinarsi alla roccia,mise il simbolo e cominció a sentire una vibrazione. La roccia si aprí e all'interno c'era il calice d'oro.
Dory lo prese, uscí dalla roccia e comició a correre, peró, le voci cominciarono a sentirsi di piú e a farsi vedere.
Quando entró in camera sua  vide dentro il calice e  trovó un biglietto che diceva:
—Metti la collana dentro il calice  e vedrai che scomparirá dai tuoi occhi, ma sará ancora nelle tue mani. Dopo di che, vai sempre a sud e troverai una roccia, solo tu potrai vedere l'apertura della roccia, aprila e metti il calice dentro. Dopo di che pronuncia <<Calice d'oro sei al sicuro, adesso scompari e tieni duro>>.
Dory fece tutto quello che aveva detto il biglietto.
Quando disse la formula tutto ritornó normale.
FINE

Il calice dorato, un cuentecito escrito por mi sobrina de 10 años, que no me dejará en paz hasta que lo suba. ¡Que lo disfrutéis!

martes, 25 de agosto de 2015

Ella

¿Qué fue de esa chica que solía conocer? ¿Dónde está? ¿Cómo vive? ¿Qué hace?
Solo puedo pensar en ella, en su sonrisa porque aunque todo el mundo la veía sonreír solo yo distinguía cuándo lo hacía con los ojos.
Ahora veo esos ojos dondequiera que vaya. Los veo en la comida, en el cielo gris de invierno, en mis ropas, mis sueños y mis inquietudes... En mis alegrías y mis tristezas, en los gestos de los demás y en los míos propios. En el espejo, en superficies metálicas y de mármol. En todo. Los veo y la recuerdo entera, haciendo el vago, bailando, siendo la chica más loca y fascinante que llegué a conocer.
En ella se ha convertido mi vida. Sin ella no puedo avanzar, no puedo saborear los días. No puedo ser yo mismo.

martes, 18 de agosto de 2015

La muerte de fénix

Me he dado cuenta de que cuando me apetece recomendaros algo, siempre suele ser poesía y yo no me considero una poetisa ni mucho menos. Ni siquiera me atraen las antologías poéticas cuando voy a por droga literaria... No obstante, sí que escribo, de vez en cuando, pequeños fragmentos que se pueden etiquetar como tal—o no.
En fin, no nos enrollemos con minucias... La muerte de fénix de Mahmud Darwish, una leyenda de la poesía árabe contemporánea, es uno de esos poemas que una vez leídos, sabes que van a ser muy importantes para ti, ya sea personalmente o literariamente. Así que, ya desde hace tiempo, venía pensando la posibilidad de publicarlo en el blog y hasta hoy no se me ha presentado la ocasión.
También os informo que un fragmento suyo estará presente en la 'mini-serie' de Phoen. No os digo cuál es, acepto teorías...
Y sin más dilataciones, os dejo saborear esta preciosidad de poema:
En los himnos que cantamos
hay una flauta,
en la flauta que nos habita
un fuego
y en el fuego que encendemos
un Fénix verde.
En su elegía no he distinguido
mi ceniza de tu polvo.
 Una nube de lilas basta para ocultarnos la
jaima del pescador.
Camina, pues, sobre las aguas como el Señor.
Ella me ha dicho:
El recuerdo que llevo de ti no está
desierto
y ya no hay enemigos para las rosas que
surgen de los escombros de tu casa.

Un anillo de agua rodeaba la elevada
montaña
y el Tiberíades era el patio trasero del primer
Paraíso.
Le dije: la imagen del universo se ha completado
en unos ojos verdes.
Ella me respondió: Oh, mi príncipe y mi cautivo,
guarda mis vinos en tus jarras.
 Los dos extraños que se han consumido en
nosotros son
esos que hace un instante han intentado
matarnos,
los que volverán a sus espadas dentro de poco,
los que nos preguntan: ¿Quiénes sois?
- Dos sombras de lo que fuimos aquí,
dos nombres del trigo que crecen en el pan de
las batallas.
 No quiero regresar ahora, como
los Cruzados de mi casa. Soy
todo este silencio entre los dioses y los que
se inventaron un nombre.
Soy la sombra que camina sobre las aguas,
la escena y el testigo,
el adorador y el templo
en la tierra de mi asedio y del tuyo.
 Sé mi amado entre dos guerras
en el espejo -dijo ella-.No quiero regresar ahora a la
fortaleza de mi padre.
Llévame a tu viña y reúneme con
tu madre.
Perfúmame con agua de albahaca, espárceme
sobre la vasija de plata, péiname,
enciérrame en la cárcel de tu nombre, mátame
de amor. Cásate conmigo.
Despósame por los ritos agrarios,
adiéstrame en la flauta y quémame para que
nazca
como el Fénix, de mi fuego y del tuyo.
 Una forma semejaba al Fénix llorando
ensangrentado
antes de caer al agua
cerca de la jaima del pescador.
 ¿De qué sirve mi espera y la tuya?
    

sábado, 15 de agosto de 2015

La vida de un escritor...

... que ha fracasado antes siquiera de intentarlo.

Aquí me armo de valor en esta tarde-noche de viernes, con The Smiths como banda sonora, para invocar historias recónditas. Me encuentro sentado en un banco de mármol cualquiera, observando a la gente pasear.
Siempre he considerado que observando se obtiene más información que hablando y así es...
El cielo ya ha oscurecido hace bastante rato; no hay estrellas, solo lo que parece ser nubes que se tiñen de negro. Negros, también, son los ropajes de los viandantes. Como almas en pena, siguen sus caminos infinitos. La única iluminación que hay es la de las farolas, los negocios y los ruidos... son los ruidos de la vida nocturna en su génesis.
—¡Vamos, tío! ¡Mójate!
Grita un muchacho de apenas quince primaveras a su compañero, instándole a probar con su skater.
Yo, bolígrafo en mano, soy un espectador que anota todo lo que ven sus ojos y perciben sus sentidos. Me dedico a describir la escena de los muchachos pero enseguida me interrumpe una niñita con unos tirabuzones negros preciosos que absorben la luz noctívaga.
—¿Por qué estás haciendo los deberes de noche?
Sus inusuales ojos color amatista, me miran expectantes con la inocencia todavía conservada.
—No estoy haciendo los deberes...
—¿Y qué haces?— me vuelve a interrumpir moviendo su cabecita, lo cual provoca que sus rizitos se estiren como si de un muelle se trataran.
—Estoy escribiendo.
—¿Escribiendo qué?
Y eleva sus manitas en gesto de interrogación.
—Historias, soy un escritor...
... aficionado, pienso para mis adentros.
¡Qué chulii!— dice, aplaudiendo, probablemente sin saber realmente qué es un escritor.
No añade nada más, solo se queda donde está; esperando que yo siga escribiendo, supongo. Yo miro a nuestro alrededor, buscando a sus padres que sin duda estarán muy cerca o de pie en la plaza o sentados en alguna cafetería cercana; mas no logro encontrarlos.
—¿Y qué miras ahora?
—Estoy buscando a tus padres.
Le contesto todavía inmerso en la búsqueda, por lo que no le doy mucha importancia a lo que dice a continuación:
—No tengo padres. Me has llamado, así que he acudido a ti.
—¿Cómo te llamas? ¿Sabes cómo se llaman tus padres?— contesto yo, sin embargo.
Ella mantiene su mirada fija en mí y por un momento su insólito iris me provoca un escalofrío.
—Vamos a buscar a tus padres, anda...
Le digo, incorporándome y tendiéndole la mano. Ella, no obstante, me mira decepcionada y se va en la dirección contraria dando saltitos conforme sus bucles, asimismo, dan saltitos como si estuvieran vivos.
Regreso a mi asiento y me pongo manos a la obra con lo que tenía escrito; pero en el último momento levanto la mirada y veo cómo la chiquilla sin padres atravesa una pared para después desaparecer como si nunca hubiera existido.

martes, 4 de agosto de 2015

Besos en el espejo

Copyright @amylshariel (Instagram)

Separados del mundo,
se hallaban escondidos en un prado. 
Luchando.
Sufriendo.
Esperando su hora,
esperando la Muerte
que tardaba en llegar;
que se manifestaba en su interior.

Dejó caer la pluma. Gotas de tinta mancharon el suelo mojado. Su mano yacía a un lado, goteando un líquido rosado. Su cabellera, de normal dorada, ahora se teñía de negro y se le pegaba a la piel desnuda, decorada de heridas recién hechas. Sus labios carnosos perdían su color vivaz con el paso de los segundos. Entretanto, el agua de la bañera absorbía su calor corporal.
Se sintió volar. 
Y una luz blanca la engulló.
De sus muñecas, brazos, piernas y estómago, fluía la sangre roja.

En el espejo del baño, dejó un mensaje efímero como la vida misma.

viernes, 17 de julio de 2015

El llanto

...nís. 
Él está dormido profundamente. Sabe que está soñando.
Nísss... perrrrrta
Por dentro, se haya en paz; protegido en los mundos surrealistas del sueño.
'Nííííííís. Poorfavorrrrdsperta
Por fuera, su semblante está inquieto. Sus párpados tiemblan y se muerde los labios. Más tarde, delante del espejo, apreciará las heridas que causaron sus dientes.
¡¡¡¡ANÍS!!!!

Anís se incorpora tan rápido que durante unos instantes solo ve oscuridad. En sus oídos aun suena una voz. Más bien, un llanto. El llanto de un niño—no, niña— que lloraba. 
Abre y cierra los ojos para adaptarlos a la luz del día,que penetra tímidamente a través de la oscura cortina. Se levanta y recorre el poco espacio que lo separa de la ventana. La abre y contempla la ventana de enfrente; un gato, posado en el marco de ésta le devuelve la mirada y se la sostiene. Parece burlarse de él. Tras unos minutos desvía su mirada gatuna con un movimiento de cabeza altivo. Bosteza y se escabulle adentro, se aleja del chico humano a pasos lentos y perezosos. Se detiene y dirige la mirada hacia el hueco de luz intensa. Intuye que el humano sigue ahí. Se estira, mueve su cola y reanuda su caminar indiferente.
Anís se queda donde está un rato más. Siente unas ganas tremendas de volver al cementerio. Tiene curiosidad por averiguar qué era ese destello rojo que vio. Se intentó convencer de que solo se trataba de su imaginación, pero. Tiene que volver.
Enciende el grifo de la ducha, no espera a que se caliente el agua y se mete debajo del chorro de agua fría, muy fría. Sin embargo, Anís no siente nada, no piensa en nada, no escucha nada... a excepción de un llanto desconsolado de una niña que acababa de nacer.

domingo, 12 de julio de 2015

Mr Mercedes

Antes que nada, me gustaría aclarar que la finalidad última de este blog no es reseñar libros. 
Es más, ni siquiera sé redactar una reseña en condiciones. Por otra parte, según mi criterio, las reseñas suelen revelar mucho de la trama y para alguien como yo que no lee la sinopsis de la contraportada por miedo a perder el interés en la novela espero que entendáis que lo que reseñaré aquí será básicamente mi opinión acerca del libro en cuestión. 

Dicho esto; empecemos con la "reseña". Hoy os traigo una obra de Stephen King: Mr. Mercedes.

¿Quién es el cazador y quién  la presa?

Se suele decir que uno no debe juzgar un libro por su portada. No obstante, en este caso, a parte del nombre del autor, me ha atraído la imagen de la portada (por lo visto hay otra con un paraguas azul solitario sobre el cual cae una lluvia de sangre que, a su vez, tiene su encanto— todo el encanto que supone una obra de S.K.). 
En un principio, al ver los paraguas negros di por hecho que se trataba de un funeral y por tanto, tiene relación directa con la muerte de una o un colectivo de personas; ahora bien, ¿qué sentido tienen el paraguas azul y el semáforo en rojo? Asumí que el segundo está vinculado con un coche, oséase el Mercedes, obviamente; pero y ¿el primero...?
Ya cuando me sumergí en la lectura de este magnífico libro, lo entendí todo y me enamoré del paraguas azul hasta el punto de desear que existiera algo así en la vida real...
Por otra parte, nunca un libro, serie o película me hicieron sospechar tanto de las personas de mi alrededor. Honestamente, al salir de mi casa empecé a fijarme todavía más en la gente, sobretodo en los heladeros. Comencé a intentar ponerme en los zapatos de un asesino. Uno real, que arrebata vidas, no en el típico asesino de película que se cree superior a los demás... Y de eso se trata, ¿no? No basta con disfrutar, hay que pensar.
Creo que King ha hecho un trabajo espléndido mostrándonos cómo funciona la mente de un psicópata temerario sin un pasado oscuro.
La verdad, me resulta difícil reseñar a este monstruo de la literatura. Es como si un ratón intentara dar su opinión acerca de un enorme e intimidante león y que de los temblores no consigue emitir sonido alguno de ningún tipo.
En fin, decir que ha sido una lectura agradable es quedarse corto. Fue tan intensa que me creó un conflicto interno porque en un momento dado rechacé seguir leyendo incluso queriendo saber cómo se solucionarán las cosas, pues temía que no salieran bien.
Solo leyéndolo comprenderás por qué se le considera uno de los mejores escritores de nuestros tiempos.
Mr. Mercedes, altamente recomendable.

miércoles, 8 de julio de 2015

Anís

El tiempo retrocede unos cuantos días... 
Un joven hombre está leyendo un libro. Lee una cita que hace referencia a los cementerios. Cierra el libro, reflexiona e instantes después envía un mensaje... 
El tiempo sigue su curso hacia atrás... 
Se detiene de repente.
Habitación a oscuras. Las cortinas están corridas. El hombrecito, llamado Anís, pulsa un botón del lateral derecho de la cámara; ésta finaliza la grabación y se apaga. Decide dejar para después la edición. No se encuentra con ánimos. Se viste y sale.
Por el camino, compra un ramo de matalahúga, o lo que es lo mismo: anís, de la floristería. Eran las flores preferidas de su madre. Por eso le puso ese nombre que además, en árabe significa amigo íntimo. Su madre siempre le decía que, aparte de ser su hijo, era (es) su amigo. Su amigo especial. Anís cree que no existe una relación madre-hijo tan estrecha como la suya. Su padre los había abandonado hacía mucho y su madre no tenía más familia que él, ya que pasó toda su vida en el orfanato... hasta conocer a su padre.
Su madre tampoco tenía amigos, de hecho nunca los tuvo y no los necesitaba, le bastaba con él; le decía.
Sin darse cuenta, empezó a sudar por los ojos. Esta expresión le saca un pequeña sonrisa, casi imperceptible. Eso lo solía decir su madre y con mucha frecuencia, además. Que él recuerde, nunca la escuchó emplear el verbo llorar.
Mentira, se corrige. Sí lo dijo... antes de morir.

Llega  al cementerio y se planta delante de la tumba donde descansa eternamente su madre. Las lágrimas cesan. Le había prometido no llorar en su presencia y no piensa incumplir su palabra. Tampoco piensa en gran cosa. Solo está allí, delante de ella; manteniendo la mente en blanco, la mirada fija en el nombre de la única familia que tuvo y que jamás tendrá y en la nada, todo a la vez.
Vacía la jarra de flores— misteriosamente cuidadas, como siempre— y a continuación deposita el ramo de anís. Hace ademán de despedirse de su madre pero se le forma un nudo en la garganta. Desvía la mirada, asiente y vuelve de donde ha venido.

Antes de cruzar la puerta, detecta un movimiento tras el panteón de los Gautier, le ha parecido ver un destello rojo.

miércoles, 1 de julio de 2015

Vacío

<<Me gustaría saber>>, se dijo, <<qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado.  Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo... Algo debe pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia eterna. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles... y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo>>.
                                                                                   La historia interminable.

Me pregunto por qué sentimos ese vacío tras leer un buen libro (también aplicable a series, películas, animes, mangas, cómics, etc...). ¿Por qué?
¿Acaso sentimos cómo se exhala el último aliento de la vida que hemos creado en esos mundos? 
¿O acaso es debido a que cedemos parte de nuestro espíritu a ese mundo para que se mantenga vivo?
Porque ¿quién nos garantiza que los personajes seguirán haciendo lo que hemos leído que hacen al cerrar el libro...? Tal vez al leerlos les damos vida, que es parte de la nuestra y al principio no lo notamos porque estamos demasiado inmersos en lo que es la trama. Mas al pasar a la última página y leer FIN chocamos con la realidad y descubrimos el vacío de la vida que una vez nos perteneció.

viernes, 26 de junio de 2015

La canción secreta del mundo

"Se mire como se mire, todo empieza con una matanza".  
                                                                                                              Hilary Mantel. 

La canción secreta del mundo es la última novela del gran José Antonio Cotrina, con su narrativa imposible y manera de tejer hasta la magia más oscura y poderosa consigue lo que ya consiguió hace tiempo con La cosecha de Samhein y hermanos: atraparte en la telaraña del mundo oculto. Y esta vez nos lo muestra como nunca, todo sombras y pasajes arruinados en medio de ningún sitio. Con unos personajes tan desarrollados, complejos y extremadamente verídicos que a uno no le extrañaría encontrarse con Ariadna un día de estos y es que hasta los personajes secundarios son algo más que esenciales en la trama.
Ariadna es una joven de 18 añitos que lleva conviviendo con amnesia cuatro años de su existencia. Vive con una familia normal (que nada tiene de normal) y tiene un novio que cada día le construye un pasado de cuento de hadas que no se aleja mucho del suyo propio. Y no cuento más porque esta es una de esas novelas que necesitan de la total ignorancia del lector ya que, si no, se revelaría mucho... Una cosa es clara y es cómo se recrea Cotrina con el <<nada es lo que parece>>.
J.A. Cotrina le encanta jugar con sus lectores y en el momento más inesperado te encuentras desconcertado, sorprendido y flipado.
Y si lo dicho anteriormente no te ha convencido, es justo añadir el talento de Cotrina a la hora de utilizar el lenguaje. Su forma de describir las escenas y los términos que usa son exquisitos e inspiran magia pura y dura.
¿Y si estuvieras buscando historias de amor? Olvídate de las tramas pegajosas de la literatura juvenil porque lo que teje este autor es puro amor traicionero e inocente.
Una novela diez, así como el escritor. Esperemos que este genio no deje de escribir nunca porque los amantes de la Umbría no sabríamos qué hacer sin él.
Simplemente espectacular.

viernes, 19 de junio de 2015

Bloqueo del escritor

Justo ahora, cuando me dispongo a escribir sobre esto, me ha ocurrido. Lo cual es normal, ¿no? Porque cuando una persona coge una hoja en blanco o abre el Word, le cuesta empezar, no sabe cómo hacerlo... y ¿lo primero que le viene a la mente a esa persona? Piensa: <<Maldita inspiración, ¿dónde te metes cuando te necesito?>>. Cosa que puede ser cierta. La inspiración es un factor a tener en cuenta a la hora de escribir (ya sean historias, poemas o música), sin embargo no es tan importante como nos creemos que es. El triunfo de la mente sobre la materia. Uno puede escribir sin inspiración, claro que sí, porque la fuerza a aparecer, y para ello hay varios métodos: escuchar música, bajar al río o a la playa, desconectar y volver pasados los cinco minutos o diez o media hora, etcétera.

En realidad, el no saber cómo empezar un relato is not a big deal, porque puedes solucionarlo. Lo que sí es jodidamente asqueroso es lo que se denomina el bloqueo del escritor. Te puede pillar al empezar tu historia, en el medio, o al final. No creo que deba explicar con tecnicismos lo que es, se entiende... lo que quiero describir es la sensación. El sentirse inútil, incapaz, insuficiente, improductivo, consumido. Es una emoción catastróficamente negativa, un tornado de fuego negro que te golpea con cada segundo que pasa delante de la hoja en blanco. Inseguro y deshecho, ese blanco te deja sin fuerzas y te sumerges en el negro. En la calidez del negro... en resumen, puedes llegar a deprimirte. Te estresas y después te bloqueas.

Supongamos ahora que te ha pillado al empezar un proyecto; lo dejas y lo intentas, lo dejas y lo intentas, lo dejas y luego lo vuelves a intentar y nada, sin resultados... te deprimes y sigues dándole que te pego. ¿Qué puedo hacer? Nada, no hagas nada. No pienses siquiera. Vete lejos, muy lejos... sin abandonar. Olvídalo, a medias. Haz cualquier otra cosa, cualquier cosa. Puedes estar así una semana, un mes o un año. ¿Y mientras? Practica. Escribe algo basado en tu libro, película o serie favorita, crea o copia, escribe, eso es lo importante: no dejar de escribir. Y cuando ese proyecto de antes te llame, responde.

No soy una profesional, solo hay que ver que nunca he terminado nada que haya empezado. Es solo que... esta entrada... es como si fuera un auto-estímulo —bueno, de todos modos, los escritores se escriben, no escriben para los demás... Los demás deberían considerarse privilegiados porque el escritor ha decido compartir con ellos lo que es suyo, su intimidad—, como si mi subconsciente quisiera darme ánimos por seguir adelante con lo que más me gusta (entre mogollón de cosas más). Y si esto significa algo para alguien más como lo hace para mí, no importa si fuera un escritor, un artista o un matemático..., pues me haría realmente feliz y orgullosa de mi persona. ¿Porque y si mi trabajo no fuera escribir grandes historias, sino ayudar a los demás a llegar a la cima? Haré todo lo que pueda con lo que se me ha concedido.

lunes, 15 de junio de 2015

Luces en la oscuridad

De pequeña solía ver cosas que nadie podía ver. En realidad solo era una.
Solía pasar a altas horas de la noche, cuando se acercaba el momento en el que el sol se asomaba de entre las montañas.
Solía pasar en verano, durante esas largas noches de calor e insomnio.
Todos los veranos íbamos a la granja del abuelo. Mi abuelo no tenía televisión, solo una radio estropeada por lo que pasábamos el día en el campo, jugando entre la vegetación.
A mí, especialmente, me gustaba recoger ramos de flores cuyas nombre desconocía y regalárselos al abuelo como una especie de soborno a cambio de escuchar una de sus historias después de la cena. Y así sucedía; mientras comía sandía escuchaba entusiasmada las historias que contaba el abuelo. La mayoría hacían referencia a sus días en el ejército, esas me gustaban. Pero había otras totalmente distintas, como las aventuras de Alí Babá y Aladín... esas me fascinaban.
Como en aquel entonces no sabía leer ni escribir, me hacía con una hoja en blanco y un bolígrafo y fingía que sí sabía. Dibujaba garabatos incomprensibles a modo de palabras mientras el abuelo nos relataba esos cuentos. Y seguía haciéndolo a la luz de la Luna cuando todos dormían.
Por esa razón me mantenía despierta hasta el alba, imaginando historias y dibujándolas. Y durante esos momentos de paz ocurrió.
Los invocaba cuando mantenía mi mirada fija en la nada y al poco tiempo aparecían. La primera vez me asusté. ¿Qué eran esos puntitos de luz brillantes? ¿Acaso eran insectos?
Alguna vez me explicó mi hermana que existe cierta clase de insectos que producen luz propia. Luciérnagas se llaman, pero yo desconocía el nombre en aquel entonces.
Esos diminutos puntitos de luz parecían inofensivos, sin embargo. Se desplazaban de aquí para allá mediante trayectorias curvilíneas. Era como si estuvieran bailando.
Pronto me olvidé de las historias y los garabatos y soñaba despierta esperando a esos seres brillantes con los que me divertía muchísimo.
A causa de pasar las noches sin dormir, al día siguiente me costaba trabajo despertarme, por ello mi madre me gritaba y obligaba a dormir a la hora que debía. 
Un día le conté a mi hermana mayor sobre los seres brillantes, le pregunté si también los había visto alguna vez. Sin embargo, me miró extrañada y se lo acabó diciendo a toda la familia que se río de mí y me llamaron lunática y loca, entre otras cosas...
Ahora lejos del campo y de las estrellas sigo fiel a mis noches de insomnio. Esta vez ya no dibujo garabatos incomprensibles, sino que escribo historias reales y ficticias. Leo sobre otras y amplio mi imaginación con estas prácticas. Y me sienta bien.
Pero hay veces en las que me quedo mirando el vacío, esperando reencontrarme con ellos. Creo que por temor a ser llamada lunática y loca por el resto de mi vida dejé de creer en aquellos seres brillantes y ellos, a su vez, dejaron de creer en mí. Mas después de tantos años, ya no me importa, solo quiero volverlos a ver.
No obstante, ya es demasiado tarde.
Ya nunca aparecen.

martes, 9 de junio de 2015

Huída

Imagina un lugar, dijo la Voz. Y cerró los ojos. Al principio, nada, oscuridad. De repente, colores, formas. En realidad no veía nada, no captaba nada. Luego, una brisa. Aire caliente, fresco, agobiante... no supo cómo era. Se imaginó en lo alto de un acantilado. El cielo gris, el mar negro.
Se formaron ondas en la superficie del agua. Esperó y esperó, pensaba que saldría algún monstruo, pero no. Las ondas siguieron creciendo y decreciendo, cada vez más deprisa.
Frunció el ceño y las ondas dieron lugar a olas, que salían de ningún sitio. Olas gigantes, sin embargo no lograron llegar a ella. Se dio cuenta de que las olas querían llegar a ella, cada vez alcanzaban un punto más alto, no obstante nunca conseguirían su propósito. Se miró y descubrió a sus manos formar un puño. Los nudos blancos; los dedos, agarrotados. Sonrió ferozmente. Ahora lo entendía. Ese era su mundo.
Ella podía controlarlo...
Espera, volvió a hablar la Voz. No sabía de dónde procedía, quizá de su cabeza, quizá del mar, quizá de la Luna (aunque era de día, la Luna estaba allí, haciéndole frente al magnífico Sol Oscuro). Aún es demasiado pronto. Tú no lo puedes controlar, soy yo. Y la Voz sonrió, ávida de sangre.
Abrió los ojos. Se encontraba en su habitación. Corrió la mirada por ella. Todo en su sitio. La ventana, cerrada y el Sol asomando por ella. Era verano, por la tarde, sin embargo ella sintió frío.
Estaba temblando.

¡Detén el tiempo!

Copyright @amylshariel (Instagram)

—¿Qué me dices el tiempo? ¿Cómo lo puedo detener?
Pregunto, desesperado y con el corazón encogido.
—Que no te engañen, es de lo más fácil...
—¡Dímelo, por favor!— Le corto, levantándome de pronto y  dando un golpe a la mesa que la taza del café a punto estuvo  de volcarse.
Nos miramos a los ojos; los míos ardiendo, los suyos vacíos.
—Existen dos formas: bien muriendo con el corazón contento  o bien viviendo un suplicio desgarrador...
>>Pero mientras lo piensas, él sigue su rumbo. Como debe  ser.

lunes, 1 de junio de 2015

La realidad de Phoen

¿Dónde quedan los sueños una vez soñados?
¿Dónde queda lo soñado una vez despiertos?
¿Quién nos garantiza que soñamos cuando nos dormimos?
¿Quién nos garantiza que despertamos cuando no lo hacemos?

Para Phoen todos los días son iguales. Se despierta al alba, ayuda a su tío Sebas quien apenas habla con ella, solo la escucha cuando le relata sus sueños y sus fantasías tan vívidas. Los dos limpian y mantienen el cementerio. Ella no recuerda haber pisado la tierra fuera de los muros. Se pasa las horas hablando con los muertos abandonados por sus seres queridos y regando las flores. Para ella no existe el mundo exterior. Solo ha hablado con una sola persona... viva... y es Sebas. Tampoco se le permite hablar con los visitantes de los difuntos, muy pocos en realidad. Para una persona corriente vivir de esta manera sería un suplicio, para Phoen es totalmente normal pues no conoce otra forma de vida.
Al medio día come junto con su tío, recoge y lava los platos y a continuación estudia toda la tarde. Pero no le interesan los libros. Vive ansiando la llegada de la noche.
Cada noche sale a patrullar por el camposanto. Y como es habitual, Phoen se ve expuesta a alguna experiencia extraordinaria junto con su espada de cristal Brisingr. Y cuando se lo cuenta a Sebas, él no responde.
Vuelven ambos a la casita que hay en el mismísimo centro del cementerio, cenan y duermen hasta el alba.
Esto es lo que hace Phoen todos los días de su existencia, aunque hay algo... o más bien alguien... que no consigue recordar. 

sábado, 30 de mayo de 2015

Amnesia

No recuerdo los sucesos de ese día... 
Dicen que soy la superviviente de una enorme tragedia. 
Tampoco recuerdo nada antes de ese día... 
Dicen que ese día fue el fin de una era y el comienzo de otra. 
Es como si no hubiera existido antes de ese momento... 
Dicen que yo les salvé o ellos me salvaron a mí. 
No sé cuál es mi nombre... 
Dicen que me encontraron en muy buen estado. 
Me han destinado a un psicólogo...
Dicen que era un milagro.
Yo no le veo ninguna utilidad...
Dicen que la casa ardió, estaba por desmoronarse pero aguantó.
Es un señor bastante aterrador, me hace preguntas cuyas respuestas desconozco y me obliga a buscarlas...
Dicen, dicen, dicen.
... en mi interior.
Todo el mundo habla, yo me callo.
En mi interior no hay vida, lo descubrí cuando...
Todos me miran de manera hostil y yo no reacciono.
... grité y no hubo respuesta.
Dicen que la mente bulle gracias al eco que ella misma produce. 
Comprobé si yo poseía ese eco pero...
Dicen que quienes lo pierden todo, se olvidan de él.
... yo lo perdí.

jueves, 23 de abril de 2015

No entres dócilmente en esa buena noche

 No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,

Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

En un día como este, las personas suelen regalar un libro y una rosa; pero como no es el caso, he decidido compartir con vosotros un poema de Dylan Thomas, mi favorito en estos momentos.
Feliz Día del Libro.

martes, 21 de abril de 2015

Palabras

Copyright @amylshariel (mi cuenta de Instagram)


Cuando la fuerza de mis palabras sobrevive al fuego y se niega a convertirse en cenizas.
Cuando la debilidad de mis palabras se impone al viento y renuncia a ser conducida por él.
Cuando el destino de mis palabras sea escrito por ellas, mis palabras... Supongo que entonces renaceré con toda mi gloria y sucumbiré al miedo y a la desesperación. Supongo que entonces seré capaz de luchar con todas las de la ley. Supongo que entonces encontraré aquello que ando buscando y que todavía desconozco. 
Hasta entonces solo seguirán siendo palabras.

Gato en la ventana

Desde mi ventana, veo la otra ventana. La que está en frente de la mía. En ella hay una mujer que se sienta delante de una mesa y escribe, supongo... No estoy segura porque siempre está de espaldas. Se pasa todo el tiempo ahí sentada, haciendo lo que sea que esté haciendo y no se cansa.
La señora tiene un gato, blanco y marrón claro, como anaranjado... El felino se pone en la ventana y me observa. Nos observamos mutuamente.
Yo pienso en todo tipo de cosas.
Él... no sé lo que piensa él. Humanos..., creo. No sé. Ni siquiera soy un gato.
El gato se pone en la ventana, he dicho; y el dichoso no tiene miedo de caerse. Será porque sabe que posee siete vidas o que sabe que sea cual sea la altura a la que un animal de su especie se precipite al vacío siempre aterrizará bien. ¿Sabéis por qué los gatos siempre caen "bien"? Por la cola. Córtale (no lo hagas) la cola a un gato y perderá toda su agilidad, flexibilidad y majestuosidad.
La cola lo es todo, sin ella no son nada.
Y yo siento que he perdido mi cola. Pero vuelve a crecer... me han dicho. Por eso lo observo. Por eso estoy allí cada vez que se asoma a la calle a admirar o a menospreciar (de nuevo: no sé qué es lo que pasa por la cabeza de un gato) a los humanos que hacen sus vidas a siete pisos de distancia.

miércoles, 1 de abril de 2015

Phoen: army of me

Stand up
you've got to manage
i won't sympathize
anymore

Phoen cae al suelo, arrastrada por la corriente helada, choca contra una lápida y reprime un grito. Levanta la cabeza justo en el momento en el que una nueva ráfaga de aire se disparada directa hacia ella y la esquiva a duras penas. Jadea, está cansada y le arden los músculos de todo el cuerpo y eso que la batalla acaba de empezar. Mira a su oponente, es un espíritu maligno de los que pueden tomar cualquier forma que se les antojase... argh, no recuerda su nombre ni nada más de sus habilidades; ahora entiende por qué Sebas se pasa todos los día pegado a los libros de texto... o algo así.
Suspira, decide acabar ya con todo esto. Sigue corriendo por el cementerio, esquivando los ataques de distancia del demonio, se esconde detrás del panteón de los Gautier y cierra los ojos. Nota que el aire se enfría a su alrededor, respira lenta y profundamente. 
Ahora ya lo siente, el poder se dispara desde lo más profundo de su ser, primero lentamente y después de golpe. Su cabello pierde su brillo rojizo y adquiere uno plateado que quema la goma que lo retiene y se eleva desafiando la ley de la gravedad.

You're allright
there's nothing wrong
self-sufficience please!
and get to work

—¡Ya es hora de divertirnos, Brisingr!— Sus ojos crepitan de la emoción.
Sale de detrás del panteón en el preciso momento en el que una bola de nieve lo destruye.
—Ay, jolines, me tocará a mí reconstruirlo. Maldito demonio, ¡me las pagarás!
—Vamos, Phoen, eso no es nada, concéntrate. No todos los días se mata a un demonio.
—Exacto, idiota. ¡Brisingr, ARDE!

You're on your own now
we won't save you
your rescue-squad
is too exhausted

Phoen corre lo más rápido posible directamente hacia el demonio, con la espada en mano derrite las bolas de nieve que le lanza su oponente. Quiere acabar de una vez por todas, Sebas se enfadará si no se presenta en cinco minutos a cenar. Salta dejando que una bola de nieve destroce otras tantas lápidas a su paso y salta dando un grito.

And if you complain once more
you'll meet an army of me

Aterriza sobre el monstruo que choca bruscamente sobre el suelo, saca a Brisingr de su pecho y como por arte de magia, el enorme demonio desaparece de debajo de sus pies. Envaina a la espada de cristal y su pelo y ojos vuelven a la normalidad. Se ríe con ganas hasta que escucha una voz a sus espaldas.
—Veo que te diviertes mucho, Phoen.
Oh, mierda, es Sebas. Se gira hacia él y sonríe avergonzada.
—Vale, vale. Lo sé, prometo arreglar todo esto— dice señalando a su alrededor.
Sebas la mira y levanta una ceja, expectante.
—Oh, vamos Sebas. ¿Que no ves los destr...?
Se queda muda al ver que todo está en su sitio, incluso el panteón de los Gautier está en pie y entero.
—Si has acabado tu turno de noche, vamos adentro que la cena está preparada.
Y tras esto, Sebas se dirije hacia la casita.
Phoen agarra fuerte su espada de madera y lo sigue, cabizbaja.
—Algún día me creerás, Sebas.
Éste la mira con dulzura y tras poner los ojos en blanco, le dice con una voz demasiado dulce para él.
—Cuéntamelo, entonces, pequeñaja.
Phoen comienza su asombroso relato de cómo ha conseguido derribar a un malvado demonio con la ayuda de su espada de cristal, Brisingr. En la zona más alejada de la verja, se halla una mancha negra que se evapora poco a poco con la luz de la luna y a su lado, los restos de lo que una vez fue una goma de pelo.

lunes, 30 de marzo de 2015

El elefante encadenado

Soy una fiel creyente de que no somos nosotros los que encontramos las cosas, sino que ellas nos encuentran a nosotros. Dichas cosas podrían ser de diversa índole: un libro, un relato, una canción, un objeto... todas ellas son como amuletos que aparecen de vez en cuando en nuestras vidas para recordarnos que no perdamos la esperanza, las ilusiones y que nuestros demonios están allí por algo. Nos amargan la vida por algo y que tarde o temprano hemos de aceptarlos y lo que es más: superarlos.
En estos días oscuros, el psicodramaturgo Jorge Bucay, autor de varias obras y relatos cortos cuya finalidad es instarnos a reflexionar, me ha encontrado en el vasto mundo de Internet y he sentido la necesidad de compartir uno de sus relatos con vosotros. 
Sin más dilataciones, os dejo leerlo tranquilamente y espero vuestros comentarios al respecto.

El elefante encadenado, obra de Jorge Bucay.

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la
estaca y pensamos:
No puedo y nunca podré.  

sábado, 28 de marzo de 2015

Cállate

Cierro los ojos; respirando metódicamente. No soporto el ruido. El ruido que hacen las cuerdas vocales con la ayuda del aire, los labios y etcétera. ¿Como pueden hablar... tan alto?
Molestan, me molestan.
-Qué te calles, pesao.
Suelto, gritando lo justo. No me gusta gritar pero si me ponen nervioso he de hacerlo, en momentos como estos está justificado. 
Los vuelvo a observar,  siguen con lo mismo, qué pesados...
Unos pensamientos o más bien  unas voces empiezan aflorar desde lo más hondo de mi mente y sé lo que quieren antes siquiera de manifestarlo de forma sigilosa porque tampoco soportan hablar. Qué pereza, tío...
Soy muy perezoso. Soy el tipo que siempre se siente en el rincón más alejado de la clase para pasar desapercibido y callarse; que observa todo lo que hacen los demás y qué pereza... 
Tampoco me gusta pensar. No sé ni por qué existo. Es todo muy... ridículo.
Levanto la cabeza y me encuentro con la cara de un compañero moviendo los labios, no sé lo que me está diciendo.
Asiento lentamente y reprimo mi coletilla "cállate" para decir un desganado acompañado con una mirada hacia el suelo donde puedo ver a mi padre gesticular de forma exagerada y disparando pequeñas gotitas de saliva que aterrizan en mi cara, cuello y hombros.
—Tierra llamando a Hassan—. Hassan es el nombre que me han impuesto en clase por ser tan moreno, alto, delgado... en definitiva, por tener esta apariencia extranjera, diferente.
Sigo mirando a mi compañero sin hacerle caso, solo puedo ver la cara de mi padre, que me sigue gritando. 
Se pasea de un lado a otro en la habitación, detrás de él está la foto de mi difunta madre. Y recuerdo cómo lo hizo él para callarla  cuando se ponía insoportable. Y ahora él está haciendo lo mismo que ella en aquel entonces: ponerse insoportable. Insoportable, tan jodidamente insoportable. 
Recuerdo que cerré los ojos y me moví sin hacerle caso a los gritos desesperados de mi padre. Recuerdo que finalmente se acabaron los malditos gritos y las puñeteras súplicas, también las maldiciones. Mi padre me maldijo, justo antes de morir, justo antes de matarlo con mis propias manos.
De pronto se me nubla la vista, mi compañero me mira raro, murmura algo, supongo que mi nombre. Y no soporto que lo haga.Quiero borrar de la faz de la Tierra mi nombre. Quiero eliminar al tipo que mató a su propio padre y quiero callar las voces.

Cállate.

domingo, 8 de marzo de 2015

Cuándo

Esta no es la típica historia que empieza como una mierda y acaba con final feliz, ni siquiera con final abierto para que el lector pudiera montar su propia conclusión, para que pudiera seguir albergando esos personajes en un lugar de su corazón, mente o espíritu y dejarlos vivir allí hasta el ultimo aliento de su miserable o sublime vida. No. Esta... esto no es siquiera el comienzo.
Porque vamos a ver... ¿cuándo empieza una historia? ¿Al nacer el o la bebé? ¿Al cumplir el primer año o el primer día? ¿Al conocer esa persona o al perderla? ¿Al casarse con ella o al acostarse pensando en ella? ¿O mucho antes...? Antes siquiera de que se produjera el milagroso momento en el que el espermatozoide más rápido fecunde al huevo, vago e inamovible. 
Vamos a ver, ¿alguien me lo dice? Os lo estoy preguntando: ¿cuándo? No es una pregunta retórica, no es una reflexión, no es para que lo penséis o que lo tengáis en cuenta. No. Es para responderme a mí, que no lo sé.
No lo sé.
Y me mata no saberlo.
¿Cuándo? Cuándo cuándo cuándo y cuándo...
Pero ¿acaso importa? ¿Acaso importa algo en esta vida?
No hace mucho vi Men, Woman and Children, una película que me pareció increíble en la que salían buenos actores cuyos nombres no recuerdo, solo recuerdo el de Ansel nosequé (porque es el actor de moda que interpretó Augustus Waters en Bajo la misma esrella y Caleb Prior en Divergente y próximamente en Insurgente), y en la que este Ansel nosequé decía más o menos algo así: todos sabemos que estamos formados por átomos que una vez estuvieron todos concentrados en un único punto que explotó—teoría del famoso Big Bang (no la serie, ojo)— y nos dio lugar a nosotros y toda la materia sea o no oscura que forma este inmenso universo y que tarde o temprano todo esto que conocemos volverá a condensarse en ese punto; por lo que nada importa. Así que pregunto yo: ¿de verdad importa saber cuándo comienza una historia o acaba?
Y... ¡diantres! Ya no sé qué más decir porque estoy perdida. Otra vez.
Lo que vengo a decir es que hay momentos en los que uno— o una— se siente vacío y pocos son los que lo gritan a los cuatro vientos (esto tiene gracia porque, ¿cómo saben  que existen cuatro vientos? ¿cómo han conseguido contarlos? y más preguntas que no paran de formarse y deshacerse en mi cabeza: los pensamientos ni se crean ni se destruyen, solo se transforman). Pocos somos los que poseemos este <<sexto sentido>>, que todos tenemos pero pocos lo hemos desarrollado. 
Si eres de los nuestros entenderás de qué va esto.
Si lo eres comenta esta mierda, porque es lo que es: simple mierda que escribo con la esperanza de llegar mucho más allá de una simple pantalla y que me haga sentir útil de alguna miserable o sublime forma.
Yo soy Shariel y aquí comienza mi historia.

martes, 24 de febrero de 2015

Phoen

Cielo azul y claro con el sol en lo alto del firmamento. Un tiempo idílico, a no ser por el ambiente que se respira en el cementerio, un sitio donde la alegría nunca tuvo ni tendrá lugar.
Una docena de personas, hombres y mujeres, con ropajes negros de luto se encuentran dispuestas en circulo alrededor de un ataúd que está a punto de ser enterrado. Todos lloran a su muerto a excepción de una persona, una mujer que sobresale del resto: vestida de blanco de los pies a la cabeza, cubierta con un velo. En sus ojos se advierte un gran pesar, de esos que te destrozan el alma en diminutos pedazos que se pierden entre la niebla de la desesperación. Sin embargo, se le ve entera.
Allá en el horizonte, se deja entrever un árbol solitario, sin hojas, en sus ramas se hallan expectantes unas cuantas aves negras como la noche: son cuervos, cuyos ojos rojos están llenos de una hambre enfermiza. Echan a volar espantados cuando de la nada surge un grito ensordecedor.
De vuelta en el cementerio, la mujer de blanco está manchada de barro, sangre fresca y un líquido incoloro.
Se están formando nubes negras en el claro cielo, tapando el sol y creando un ambiente nada acogedor. El viento empieza a aullar cada vez más fuerte y lleva consigo otro grito, el grito de la vida que va seguido del de la muerte.
El ataúd ya está enterrado y a su lado yace el cuerpo sin alma de la dama de blanco, a sus pies, una niña recién nacida llora desconsoladamente.

Años más tarde...

<<La gente teme los cementerios porque nunca ha estado en ellos con intención de quedarse>>.
Cierra el libro y piensa. Un rato después coge el teléfono móvil y manda un mensaje. Espera. El cacharro vibra, lo coge, sonríe y teclea rítmicamente una respuesta. Espera, se repite el mismo proceso. A la tercera vibración, reflexiona. Jo, qué difícil. Se le ocurre una tontería, la teclea y espera. "JAJAJAJAJAJAJA". Sonríe satisfecho. Deja el móvil a un lado, confirma que ha puesto la alarma y se vuelve a acurrucar debajo de las sábanas. Tarda media hora en conciliar el sueño. Sueña con una niña que llora.
En otra habitación, bastante lejos de la ciudad. Una chica mira risueña su móvil. Lo deja a un lado, se pone las botas de cuero y sale. Es noche cerrada, mucha gente estará durmiendo o si no, preparándose para dormir. Piensa en él. Sonríe otra vez pero en seguida se le borra la sonrisa. Ha captado un movimiento en el lado más alejado de la verja. Saca una goma de pelo de su bolsillo izquierdo y se recoge su cabellera escarlata en una cola de caballo. Se pone el abrigo negro de cuero. Empuña su espada de cristal. Susurra un nombre.
—¿Qué hacemos hoy, Phoen?— pregunta el aludido. 
—Lo que hacemos siempre, idiota. Divertirnos.
Y sale corriendo hacia el lado más alejado de la verja.