Esta no es la típica historia que empieza como una mierda y acaba con final feliz, ni siquiera con final abierto para que el lector pudiera montar su propia conclusión, para que pudiera seguir albergando esos personajes en un lugar de su corazón, mente o espíritu y dejarlos vivir allí hasta el ultimo aliento de su miserable o sublime vida. No. Esta... esto no es siquiera el comienzo.
Porque vamos a ver... ¿cuándo empieza una historia? ¿Al nacer el o la bebé? ¿Al cumplir el primer año o el primer día? ¿Al conocer esa persona o al perderla? ¿Al casarse con ella o al acostarse pensando en ella? ¿O mucho antes...? Antes siquiera de que se produjera el milagroso momento en el que el espermatozoide más rápido fecunde al huevo, vago e inamovible.
Vamos a ver, ¿alguien me lo dice? Os lo estoy preguntando: ¿cuándo? No es una pregunta retórica, no es una reflexión, no es para que lo penséis o que lo tengáis en cuenta. No. Es para responderme a mí, que no lo sé.
No lo sé.
Y me mata no saberlo.
¿Cuándo? Cuándo cuándo cuándo y cuándo...
Pero ¿acaso importa? ¿Acaso importa algo en esta vida?
No hace mucho vi Men, Woman and Children, una película que me pareció increíble en la que salían buenos actores cuyos nombres no recuerdo, solo recuerdo el de Ansel nosequé (porque es el actor de moda que interpretó Augustus Waters en Bajo la misma esrella y Caleb Prior en Divergente y próximamente en Insurgente), y en la que este Ansel nosequé decía más o menos algo así: todos sabemos que estamos formados por átomos que una vez estuvieron todos concentrados en un único punto que explotó—teoría del famoso Big Bang (no la serie, ojo)— y nos dio lugar a nosotros y toda la materia sea o no oscura que forma este inmenso universo y que tarde o temprano todo esto que conocemos volverá a condensarse en ese punto; por lo que nada importa. Así que pregunto yo: ¿de verdad importa saber cuándo comienza una historia o acaba?
Y... ¡diantres! Ya no sé qué más decir porque estoy perdida. Otra vez.
Lo que vengo a decir es que hay momentos en los que uno— o una— se siente vacío y pocos son los que lo gritan a los cuatro vientos (esto tiene gracia porque, ¿cómo saben que existen cuatro vientos? ¿cómo han conseguido contarlos? y más preguntas que no paran de formarse y deshacerse en mi cabeza: los pensamientos ni se crean ni se destruyen, solo se transforman). Pocos somos los que poseemos este <<sexto sentido>>, que todos tenemos pero pocos lo hemos desarrollado.
Si eres de los nuestros entenderás de qué va esto.
Si lo eres comenta esta mierda, porque es lo que es: simple mierda que escribo con la esperanza de llegar mucho más allá de una simple pantalla y que me haga sentir útil de alguna miserable o sublime forma.
Yo soy Shariel y aquí comienza mi historia.
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