...nís.
Él está dormido profundamente. Sabe que está soñando.
Nísss... perrrrrta
Por dentro, se haya en paz; protegido en los mundos surrealistas del sueño.
'Nííííííís. Poorfavorrrrdsperta
Por fuera, su semblante está inquieto. Sus párpados tiemblan y se muerde los labios. Más tarde, delante del espejo, apreciará las heridas que causaron sus dientes.
¡¡¡¡ANÍS!!!!
Anís se incorpora tan rápido que durante unos instantes solo ve oscuridad. En sus oídos aun suena una voz. Más bien, un llanto. El llanto de un niño—no, niña— que lloraba.
Abre y cierra los ojos para adaptarlos a la luz del día,que penetra tímidamente a través de la oscura cortina. Se levanta y recorre el poco espacio que lo separa de la ventana. La abre y contempla la ventana de enfrente; un gato, posado en el marco de ésta le devuelve la mirada y se la sostiene. Parece burlarse de él. Tras unos minutos desvía su mirada gatuna con un movimiento de cabeza altivo. Bosteza y se escabulle adentro, se aleja del chico humano a pasos lentos y perezosos. Se detiene y dirige la mirada hacia el hueco de luz intensa. Intuye que el humano sigue ahí. Se estira, mueve su cola y reanuda su caminar indiferente.
Anís se queda donde está un rato más. Siente unas ganas tremendas de volver al cementerio. Tiene curiosidad por averiguar qué era ese destello rojo que vio. Se intentó convencer de que solo se trataba de su imaginación, pero. Tiene que volver.
Enciende el grifo de la ducha, no espera a que se caliente el agua y se mete debajo del chorro de agua fría, muy fría. Sin embargo, Anís no siente nada, no piensa en nada, no escucha nada... a excepción de un llanto desconsolado de una niña que acababa de nacer.